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Pero ciertos amores regresan.
Siempre regresan, incluso cuando las cosas empeoran hasta el punto de hacernos perder la esperanza en un futuro sostenible. Nos despiertan, ciertos amores, de nuestras líneas rectas, recordándonos que la vida, la existencia, es un carrusel perpetuo, que no somos seres solitarios sino parte de un círculo. A veces queremos dominarlo, y otras no podemos sino volver a nuestro punto de partida para comenzar de nuevo.
Antonello, dínoslo tú: ¿qué debemos hacer con todo este amor, nosotros, los humanos que no entendemos nada?
Indisolubles
Amores indivisibles, indisolubles, inseparables.
De los tres, el del medio es el más verdadero.
El vínculo humano con la Madre Tierra y todas sus criaturas (incluidos los homo sapiens) es de ese tipo de amor, indisoluble: en su circularidad, da vueltas inmensas y luego regresa. Bajo una forma diferente, un peso distinto y un propósito aún diferente.
Un amor radical, visceral, de arterias y tierra. A veces lo olvidamos al perseguir una idea de progreso que nos lleva a otro lugar, pero luego regresa porque el llamado siempre ha estado en nosotros.
En el crujir de las hojas secas bajo los pies, en el aliento del viento y en el aroma honesto de la lluvia. Siempre regresa. Y como en todos los amores verdaderos y correspondidos, nos sentimos vivos, sentimos energía, nos sentimos parte de otro corazón.
Pero requiere responsabilidad. Y hoy, precisamente donde construimos y vivimos, se encuentra uno de los desafíos más urgentes para nuestro futuro.
Aproximadamente el 37% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero provienen del sector de la construcción: casas, edificios, centros comerciales, lugares donde vivimos la vida, se construyen a expensas del mundo sobre el que se asientan, generando residuos (a nivel europeo) que representan más del 35% de la producción total.
Cada paso que damos en nuestro planeta deja una huella: podemos elegir que sea ligera como el fluir consciente de una dirección o pesada como un error repetido.

Evolución
Volver a la naturaleza es una forma de inteligencia, el gesto más concreto y amoroso que podemos realizar como seres humanos, como colectividad y como empresas. Para nuestra evolución como especie.
Sí, incluso en los negocios, especialmente en los negocios, se necesita previsión, un elemento humano para vivir en el presente: diseñar lugares, procesos y relaciones que devuelvan, que no devoren ni consuman. Para existir también después, para que se integren con respeto y cuiden de quienes vendrán.
Porque todo lo que creamos debería tener en sí el deseo de durar y perdurar, para transformarse sin dejar de pertenecer.
La inmovilidad no existe.
Circularidad
Cuando el sentido de la acción humana está guiado por la sostenibilidad y el profundo respeto por el Lugar que habitamos, cada gesto se vuelve concreto: se convierte en forma, elección, inspiración y aspiración.

La productividad -y la vida- circular es esto: un sistema que regenera y que considera la longevidad como parte de esta existencia. Justo como hacemos nosotros cuando soñamos con renacer como puma o narciso, en los días más oscuros. Somos y seremos siempre el inicio de algo nuevo.
El suelo elevado es una solución que se adapta y resulta útil. Es desmontable, modular, reutilizable. Se transforma.
Está, por naturaleza, predispuesto a una segunda vida. O a una tercera. O a una décima.
Da vueltas inmensas, y luego regresa.
Cuna
El compromiso con un diseño circular ha tomado forma concreta en la certificación Cradle to Cradle: un reconocimiento que impone un pensamiento sistémico y profundo, poco común. Desde los orígenes de los materiales hasta su eventual eliminación, desde los socios involucrados hasta el impacto ético y social de todo el proceso. Una visión que no se conforma con la sostenibilidad declarada, sino que la mide, la verifica, la traduce en responsabilidad. Un logro que es un punto de partida para hacerlo mejor, para pensar en grande.
Es en esta misma lógica que nace la colaboración con el Politécnico de Milán: un estudio profundo sobre todo el ciclo productivo para extender la usabilidad más allá del propósito principal. Para idear algo funcional para el presente pero, sobre todo, para el futuro.
La investigación está confiada a mentes jóvenes, a nuevas sensibilidades y miradas, para (re)leer el mundo con empatía y rigor, pasión y ciencia. Y precisamente en este intercambio, hecho de responsabilidad compartida, nace una nueva cultura del hacer: más alta, más consciente. Un posicionamiento competitivo e inspirador, para quienes trabajan y para quienes eligen.
Ser y sentirse parte de un proyecto de tal envergadura significa creer que incluso la industria es madre y no madrastra, que es una forma noble de funcionalidad, que también es belleza.
Significa creer que ciertos «amores», los profundos, los correctos, no terminan. Regresan, en sus vueltas inmensas, con más herramientas y con más conciencia, deseosos de hacer el bien.
La Tierra es hogar, es madre, es cuna.
Ella también da vueltas inmensas, pero luego regresa. Siempre.
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Textos de Chiara Foffano – Ilustraciones de Ariele Pirona